PRENSA

Discurso del presidente de la DAIA en el acto de Iom Hashoá

Como cada año, en cada comunidad judía del mundo, nos reunimos para ejercer el compromiso sagrado de recordar, para rendir tributo y honrar a los seis millones de nuestros hermanos masacrados por el régimen más oprobioso, la encarnación del mal absoluto.

El judaísmo europeo fue exterminado por las hordas nazis, pero la indiferencia cómplice de demasiados gobiernos y lideres políticos de la época contribuyo, por acción u omisión, a abandonar a nuestros hermanos a su trágico destino.

Nos dice Ernesto Sábato en su ensayo “Judíos y antisemitas”:

“El nazismo es el responsable directo y principal
de la matanza, pero también son responsables
sus aliados, los colaboracionistas de los países
ocupados y los cómplices pasivos que nada
hicieron en contra del nazismo y sus crímenes.
también ellos ayudaron a los verdugos con su
silencioso apoyo, con su resentimiento contra los
judíos, con sus frases laterales que han querido
ocultar o atenuar la carnicería. Sobre todos ellos
cae la sangre derramada”.

Recordar es también denunciar complicidades y sacudir la indiferencia disfrazada de neutralidad.

Nuestra memoria rinde tributo a los héroes que combatieron en los ghettos y en los bosques, que no dudaron en ofrendar sus vidas enarbolando la bandera de la dignidad, de no resignarse jamás, de luchar por ideales humanistas enraizados en la milenaria tradición judía.

Honramos a nuestros hermanos sobrevivientes aquí presentes, y a través de ellos a todos aquellos que resistieron con heroísmo, con una tenaz voluntad de vivir, en aquellos tiempos del horror. Su presencia constituye un testimonio viviente de la Shoá, y reconocemos en ellos a los transmisores de la antorcha sagrada de la memoria, de la educación contra toda expresión discriminatoria.

Hace pocos días, el 28 de abril, se recordó el centenario del nacimiento de Oskar Schindler, quien viviera en nuestro país, y que junto a su esposa Emilie, salvaran a 1100 judíos de las garras nazis. Ellos, como un símbolo de los Justos, han demostrado y nos recuerdan día a día la falsedad de aquellos que señalan que nada se puede hacer en esas circunstancias.

Los seres humanos siempre tenemos la opción moral frente al perseguido, al discriminado, al oprimido. Podemos acudir en su ayuda o ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestros semejantes.

Rendimos homenaje a la memoria de Oskar y Emilie Schindler, y a la de todos aquellos que salvaron vidas poniendo en riesgo la propia.

Recordar no es instalarse en el pasado, sino asumirlo, aprender de sus enseñanzas, recoger sus lecciones y trabajar cada día honrando la memoria de los mártires y los héroes.

Ello significa combatir la injusticia, denunciar todo hecho de discriminación, xenofobia y antisemitismo, educar en el respeto a la diversidad, en la convivencia, en el rechazo a los que agravian y diseminan el germen del odio.

En estas últimas semanas nuestra comunidad y la sociedad argentina en su conjunto han sido agraviadas por la reiteración de repudiables profanaciones de cementerios judíos, en la localidad de Ubajay, Entre Ríos y en Carlos Casares, Provincia de Buenos Aires. Han destruido decenas de tumbas, algunas de ellas de fines del siglo diecinueve. Hemos condenado enérgicamente estos ataques antisemitas y exigidos que se investiguen a fondo. Basta de impunidad para quienes cometen estos actos aberrantes.

Los admiradores del nazismo y de su abyecto líder habrían convocado en forma clandestina a un recital en su homenaje, el pasado 20 de abril.
La democracia argentina no debe tolerar pasivamente a quienes pretenden emular a Hitler.

El nazismo no es una ideología, es un crimen.

Confiamos que las autoridades lograran individualizar a los responsables para ser llevados ante la justicia y que se les aplique todo el rigor de la ley antidiscriminatoria.

Abogamos para que la figura delictiva del antisemitismo sea incorporada en la legislación penal argentina. Al conmemorar hoy un nuevo aniversario del heroico Levantamiento del Ghetto de Varsovia, exhortamos a nuestros legisladores para que la negación del Holocausto también sea incorporada a la legislación vigente como un delito, tal como ocurre en otros países del mundo.

La Shoá germinó en una de las sociedades más cultas de Europa. El odio antisemita fue la fuerza motriz que alimentó la discriminación, las deportaciones, el exterminio, fue lo que permitió asesinar a niños frente a sus padres, a padres frente a sus hijos. Las palabras se resisten a explicar lo inexplicable, a encontrar calificativos para describir lo indescriptible.

Hoy volvemos a escuchar palabras de odio. Provienen de grupos neonazis, que encarnan la ideología racista y antijudía de la extrema derecha. También en nuestro país difunden sus agravios en páginas de Internet y periódicos, en la venta de libros que glorifican al régimen nazi y a sus genocidas, en la presencia de grupos de skinheads, de notoria peligrosidad.

Pero también se difunden agravios provenientes de sectores supuestamente progresistas, disfrazados detrás de un autoproclamado antisionismo, pero que, digámoslo con todas las letras, son antisemitas. Resulta casi patético verlos defendiendo a regimenes fundamentalistas, autoritarios y violadores de los derechos humanos, ya que de ser ciudadanos de esos países serían sus primeras y principales victimas.

Es intolerable que haya jefes de Estado que pretendan negar la Shoá, agraviando la memoria de nuestros mártires y de los sobrevivientes, que llamen a la destrucción de un Estado soberano, que naciera precisamente de las cenizas del exterminio de un tercio del pueblo judío.

Es inaudito que frente a los agravios antisemitas y la incitación a un nuevo genocidio por parte del presidente de Irán, haya tantos silencios de jefes de estados democráticos, de parlamentos, de intelectuales y formadores de opinión, de defensores de los derechos humanos.

Es preocupante la creciente presencia e influencia del régimen iraní en diversos países de nuestra región, en particular en Bolivia, donde pretende montar una emisora de televisión para todo el continente. Ese mismo régimen iraní que cuenta entre sus filas y entre sus protegidos a quienes han sido imputados por la justicia argentina en el atentado contra la AMIA y DAIA, y que permanecen prófugos.

Nos avergüenza que en nuestra Argentina, victima de ese terrorismo fundamentalista, haya personajes de notoriedad pública, cercanos al poder político, que esgrimen la defensa del presidente iraní y su régimen, pretendiendo justificar lo injustificable.

Señoras, señores, queridos sobrevivientes: estamos aquí para honrar la memoria de las victimas, para asumir el sagrado deber de dar testimonio y no cesar en la tarea de denunciar cada día, cada hecho, cada expresión publica que pretenda retrotraernos a un horroroso pasado.

El germen del espanto se incuba en los grandes movimientos, pero también en los mínimos resquicios de la vida diaria. A ellos debemos estar alerta, en actitud vigilante, sea quien sea el discriminador, sea quien sea su victima.

La única garantía de que exista futuro es no dar el futuro por garantizado.

Recordar es revalorizar el proyecto de futuro, asegurándolo para nuestros hijos, para las generaciones venideras.

Es nuestro y vuestro deber.

Debe ser nuestro y vuestro compromiso.