PRENSA

Una relación estrecha y conflictiva

La relación entre la Argentina y Venezuela se ha convertido en los últimos años en una de las relaciones más densas tejidas desde Buenos Aires. Que la densidad viene acompañada casi siempre de conflictos es algo de lo que nadie duda.
El punto por señalar es que las luces y sombras de la relación bilateral deberían ser encaradas como parte de una política andina que la Argentina aún no termina de definir.
Hay tres observaciones que realizar. Primero, a nivel oficial, se trata de una agenda que separa y une a la vez. Irán, Israel y Estados Unidos son puntos de desencuentro.
El petróleo, las finanzas, las inversiones, el gas licuado y la Unasur son temas positivos y, por lo tanto, deberían ser prioritarios en la reunión.
Segundo, a nivel de la sociedad, la relación con Caracas ha producido ganancias y costos distributivos entre los distintos actores locales de la Argentina y no está clara aún cuál será la lógica que predomine en el corto plazo.
Por un lado, un sector industrial se ha beneficiado de manera sustantiva con negocios e inversiones productivas facilitadas por la diplomacia oficial.
Por separado, otro sector de la industria ha entrado en alerta frente al temor de más nacionalizaciones y de que Cristina Kirchner se vea tentada de emular a su par venezolano.
Más allá, los medios de comunicación estarán muy pendientes de las palabras, o de la ausencia de ellas, que la Presidenta pueda expresar en relación con las recientes medidas tomadas por Hugo Chávez.
Finalmente, el sector financiero estará atento a la ayuda que Venezuela pueda dar a una Argentina que aún enfrenta restricciones crediticias.
Tercero, si la Argentina está decidida a transitar por la senda de la Unasur debería estar en condiciones de articular una política hacia el Cono Sur y una política andina que vaya más allá de las identificaciones ideológicas y promueva el diálogo entre las distintas lógicas en juego: una, dominada por un regionalismo identitario, nacionalista y antihegemónico, y la otra, dominada por un regionalismo modernizante, internacionalista y cooperativo con los países centrales.
En síntesis, el lugar de Venezuela en la política exterior argentina estará más claro cuando Buenos Aires pueda definir una estrategia hacia la región que no esté basada en relaciones epidérmicas, sino en intereses compartidos y estables atados a las reglas de juego puestas por los jugadores.
Sostener una política exterior implica una visión de largo plazo que haga política desde la geografía y no geografía desde la política.
El autor es profesor de la Universidad del Salvador y miembro del Club Político Argentino