PRENSA

Ahmadinejad: Un exponente del odio antijudío

Cuando Mahmud Ahmadineyad niega o relativiza el holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial, contra todas las evidencias, registros y testimonios de las víctimas del horror, no hace más que ratificar su perfil judeofóbico. Es más de lo mismo. El presidente iraní no niega otras tragedias de la historia: sólo la Shoá. No le importa analizar la abundante documentación que prueba, sin margen de dudas, una de las páginas más oscuras de la humanidad. En cambio, lo único que pretende es maquillar su odio antisemita con una supuesta pretensión académica, que no tiene nada de científica, o un declamado “revisionismo histórico”.

Sus fines son políticos. Y no hay otro mandatario que evidencie una posición semejante de forma tan categórica y reiterativa. Ahmadineyad necesita mostrar a las masas que él lidera ese sentimiento antijudío, y que no alcanza con decir que le gustaría borrar al Estado de Israel del mapa. Por eso organizó seminarios donde convocó a negadores y antiguos ideólogos nazis, que antes usaban esos argumentos para protegerse y ahora los utilizan para poner de manifiesto su odio contra los judíos. O intenta revisar el Holocausto y criticar a Israel por sus supuestas “políticas inhumanas” en numerosos discursos públicos.

Es difícil saber si está convencido de lo que dice o se trata sólo de una estrategia política para conformar a sus seguidores. Imposible pensar con la lógica de Ahmadineyad: es un hombre que con sus amenazas viola todas las normas de convivencia entre los Estados, que financia y cubre el terrorismo internacional, y que tiene sus propios brazos armados.

Ahmadineyad argumenta que el Holocausto se usa como “un pretexto para cometer genocidio contra el pueblo palestino”. Es un absurdo. Acá no se trata de una cuestión palestina ni de un problema entre los pueblos palestino e israelí. Lo que hay es un grupo terrorista, Hamás, que pretende representar a todos los palestinos y en su nombre lanza cohetes, morteros y misiles al territorio de Israel.

La intención de Ahmadineyad es clara: aumentar su penetración ideológica en los distintos continentes. Así, trata de implementar y sembrar el odio en las sociedades democráticas, que pretendemos vivir en pluralismo y convivencia.

La reacción de la comunidad internacional frente a las actitudes del presidente iraní me parece tan insuficiente como ineficiente. Cuando las delegaciones de los países se retiran durante sus discursos, como ocurrió con las de EE. UU., la Argentina, Francia, Gran Bretaña, Italia, Uruguay y Australia, entre otras, durante su última disertación ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Ahmadineyad aprovecha para ganar más espacio en los medios.

La respuesta debería ser otra. INTERPOL, la organización policial que está conformada por más de 180 países, tomó nota de la situación judicial que señala a Irán como responsable de decidir, planificar y financiar el atentado criminal en la sede de la AMIA en Buenos Aires, en 1994. La Justicia argentina presentó todas las pruebas, e INTERPOL elevó el pedido de captura internacional. Sin embargo, al menos dos de los implicados circularon fuera de su país sin haber sido detenidos. Y Ahmadineyad hasta se dio el gusto de nombrar a uno de los personajes sospechados y con pedido de detención, Ahmad Vahidi, como nuevo ministro de Defensa iraní, sin haber recibido a cambio una suficiente condena. Así, frente a la pasividad de la comunidad internacional, el régimen teocrático de Irán avanza con sus planes: sigue patrocinando el terrorismo y provocando al mundo con el desarrollo de programas nucleares.

¿Por qué el mundo mira para otro lado? Puede haber distintas razones. Por un lado, hay países con contratos comerciales que no querrán ser empañados. Por el otro, hay líderes que comulgan con su ideología. En cualquier caso, no se trata de la lucha de una fe contra otra, o de una civilización contra otra: Ahmadineyad pone a prueba la opción entre el actual orden internacional y la barbarie. Y eso es algo que no se termina de entender.

Las propia palabras de Ahmadineyad muestran de manera reiterada su perfil dictatorial, discriminatorio y antisemita. Días atrás, en respuesta al reclamo que hizo la presidente Cristina Kirchner en la ONU para que Irán extradite a los funcionarios acusados por el atentado contra la AMIA, el mandatario iraní pidió que la Argentina “no se deje influenciar por una minoría sionista”. ¿De qué está hablando? Los atentados en 1992 y 1994 fueron en plena Ciudad de Buenos Aires, y fueron asesinados más de 100 seres humanos de distintas nacionalidades y religiones. Nadie presiona al Gobierno argentino para entender que esto nos ocurrió a todos.