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Bergman: «La Argentina es miserable a nivel espiritual»

«¿Quieren medir el desarrollo de una sociedad? Vean cómo en ella se celebran las diferencias (sociales, raciales, sexuales, de religión, de capacidades).» Es el test que propone el rabino Sergio Bergman, para explicar la propuesta que hace en su último libro, Celebrar la diferencia. Unidad en la diversidad .
La figura del rabino, de 47 años, que conduce la sinagoga más antigua del país y preside la Fundación Argentina Ciudadana, ha crecido en notoriedad en los últimos años en virtud de su militancia por la construcción de ciudadanía cívica. Días pasados, fue uno de los principales oradores en una multitudinaria movilización en la Plaza del Congreso, por la libertad de expresión. En su alocución, esbozó algunos conceptos que desarrolla en el libro que presentará el 2 de noviembre en la sinagoga Libertad, donde también recibió a LA NACION.
-¿Este libro es la plataforma que sostiene el protagonismo cívico que usted plantea en otros libros y ámbitos?
-Es la matriz filosófica, como la genética espiritual y conceptual de la bajada específica que yo desarrollo y sobre lo que intento hacer una síntesis. Digo que se necesita un cambio de paradigma espiritual para entender lo que está pasando en el mundo porque usamos los modelos anteriores para lo nuevo y no encajan. Tenemos que construir nuevos modelos.

-¿Por ejemplo?
-Uno de los nuevos modelos que la espiritualidad propone es celebrar la diferencia. Lo que la humanidad supo, quiso y pudo hacer con la diferencia va marcando el grado de evolución de sus valores. Hay un primer nivel en la evolución espiritual, que es tolerar la diferencia; entonces, nos organizamos en sociedades y en Estados y, si no aguantás al otro, lo tolerás y no lo matás por ser diferente. El segundo estadio es la aceptación del otro como alguien que no sólo merece vivir, sino que me aporta algo y no quiero subordinar, reclutar, cambiar. El siguiente estadio, al que nos avecinamos, es celebrar la diferencia. Ya no te tolero ni te acepto; me alegro y festejo porque tu existencia tiene un aporte único e irrepetible para mí. Así se empieza a entender que unidad no es homogeneidad y que no soy yo la totalidad. Esto es la unidad en la diversidad y así se ve lo necesario de lo diverso para restituir una unidad en la que cada parte es importante.
-En este momento, en la Argentina, ¿en qué estadio estamos?
-Hay sectores que avanzan hacia la celebración de la diferencia y otros que están por debajo de la tolerancia.
-¿En cuáles se avanza en esto de celebrar la diferencia?
-Hay experiencias muy auspiciosas, como las del diálogo interreligioso o las cooperativas de trabajo, iniciativas autogestivas, solidarias. Nuestra sociedad está basada en los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Yo apelo a la fraternidad porque supongo que, si hay fraternidad, podremos lograr libertad y equidad. Por eso, la Argentina termina siendo un país miserable en este aspecto espiritual porque, siendo rico, está lleno de pobres.
– ¿La Argentina es miserable?
-Sí; en este aspecto, sí. La miseria no es pobreza. Tenés que estar anestesiado, alienado, para ver que en un lugar como éste, que no es un desierto, hay niños que se están muriendo de hambre y no hacer nada. Esto habla de un estado de alienación de la sociedad. Y no es un problema de los gobernantes, de los pobres o de los ricos. Es un problema de todos.
-¿Cuál es su propuesta?
-La solución para la mayoría de los problemas de la Argentina de hoy es cultural porque estamos enfermos de valores. No tenemos un problema político, económico o social, sino que allí está el emergente. Planteo como un índice: ¿querés medir el desarrollo de la humanidad? Fijate cómo se tratan las diferencias -de capacidades, de sexo, de religión y otras- en cada sociedad y verás cómo eso se traduce en calidad de vida. Esto no es un tema económico, sino espiritual.