PRENSA

Contra EE.UU. y la Argentina, Lula evitó condenar a Teherán

Brasil salió a batir su plumaje de cisne negro otra vez. Fue el viernes, en Viena, para la votación en la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) cuando, en contrario a una mayoría de 25 países (la Argentina, entre ellos) que condenaron la política nuclear de Teherán, eligió abstenerse, junto con Pakistán, Afganistán, Egipto, Turquía y Sudáfrica.

Una reiteración, después de la visita a Brasilia del presidente Mahmud Ahmadineyad, de que el Gobierno de Lula está decidido a pertenecer al club de amigos de Irán. Y, al momento de dedicarse a relaciones peligrosas como es la de Irán, a cortarse por las suyas en un unilateralismo que desconoce la asociación estratégica con su vecina Argentina, distanciada de Teherán a partir del atentado a la AMIA de 1994.

Previsible fue la resolución adoptada por la AIEA -la primera contra Irán desde febrero de 2006- que va ahora al Consejo de Seguridad de la ONU, donde seguramente se adoptarán nuevas sanciones económico financieras contra ese país. Lo que sorprendió, sin embargo, fueron los alineamientos a la hora de votar. Mientras que Rusia y China se plegaron por primera vez con EE.UU. y la Unión Europea, Brasil optó por subirse al barco oficial de los otros cinco países que empiezan a ponerle peros al control de la AIEA y al estricto protocolo adicional que impulsa EE.UU. para los suscriptores del TNP (Tratado de No Proliferación Nuclear).

«La abstención sobre Irán implica una decisión política, que guarda empatía con el sector de izquierda que hoy dirige las relaciones internacionales de Brasil», dice desde Río de Janeiro Sebastiao do Rego Barros, que fue embajador en la Argentina y vicecanciller brasileño. «Es una decisión no sólo sensible para la Argentina», señala, ante la consulta telefónica de Ámbito Financiero, «sino que instala a Brasil como un blanco al que le apuntarán ahora las reacciones internacionales».

El lulismo esgrime otros razonamientos. «Defendemos para otras naciones aquello que defendemos o queremos para nosotros: el desarrollo y control sobre el ciclo nuclear completo», escribió el fin de semana en su blog José Dirceu, ex jefe de gabinete y uno de los cerebros, junto con Marco Aurelio Garcia, de la realpolitik que hoy debe seguir Itamaraty. «Brasil tiene que hacer una política exterior de acuerdo con sus propios intereses y no con los de EE.UU.», aseguró Dirceu.

«Es la segunda abstención de Brasil en disenso con la Argentina y en apoyo a Irán», remarca Fabián Calle, analista en temas de Defensa y Estrategia. Calle no olvida

el plenario de Interpol de fines de 2007, sobre el caso AMIA cuando Brasil se abstuvo, mientras que EE.UU. y Ecuador votaron junto con la Argentina. «Supuestamente, la Argentina y Brasil son socios estratégicos en asuntos nucleares: sobre todo desde la firma del acuerdo ABACC (Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares, 1991)», apunta.

«Esta votación de Brasil en la AIEA desconoce esa alianza de cooperación y vigilancia mutua nuclear», prosigue. «No sería extraño, entonces,» agrega Calle, «que en respuesta a este distanciamiento de Brasil, la Argentina adhiriera a la cláusula de vigilancia reforzada que propone el protocolo adicional del TNP».

Aunque pocos quieren decirlo en voz alta, tanto en Brasil como en la Argentina se habla de la resucitación del proyecto brasileño para una bomba atómica. Acto fallido o intencional, el mismo vicepresidente José Alencar propuso hace dos meses imaginar para Brasil «un arma nuclear, utilizada como instrumento de disuasión, de gran importancia para un país con 15.000 kilómetros de fronteras». Algo parecido proclamó en 2007 el actual secretario de Relaciones Internacionales del Ministerio de Defensa, general José Barros Moreira, que pidió armas nucleares para defender el patrimonio nacional.

Si bien Sebastiao Do Rego Barros asegura que «no hay ambiente en Brasil para un programa atómico», otras voces señalan, preocupadas, que detrás de la hermandad nuclear entre Brasilia y Teherán, se esconde el canto del cisne: la nunca depuesta aspiración brasileña a contar con esa arma letal.