La sobreviviente del Holocausto Ina Polak tardó 35 años en descubrir un papel polvoriento que probablemente le salvó la vida en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Un certificado de ciudadanía salvadoreño emitido por el diplomático George Mantello llegó como un salvoconducto. Un papel que cambió su vida volvió a sus manos.
Mantello, un judío nacido en lo que ahora es Rumania, fue uno del puñado de diplomáticos que durante la Segunda Guerra Mundial salvó a miles de judíos otorgándoles visados o certificados de ciudadanía – AP
El Museo del Holocausto de Washington analiza mil certificados salvadoreños recién descubiertos y emitidos por el diplomático George Mantello, que, según los historiadores, preservaron centenares de vidas.
Mantello, un judío nacido en lo que ahora es Rumania, fue uno de los diplomáticos que durante la Segunda Guerra Mundial salvó a miles de judíos otorgándoles visados o certificados de ciudadanía, a menudo sin el conocimiento de sus gobiernos.
Eran hombres como Hiram Bingham IV, un funcionario del consulado estadounidense estacionado en Francia que emitió visados y otros documentos de viaje que ayudaron a salvar unas 2.000 personas, o Raoul Wallenberg, de Suecia, cuyos esfuerzos probablemente contribuyeron a salvar a 90.000 judíos en Hungría.
Ina Polak vio el documento con su nombre, el de su hermana y el de sus padres mientras limpiaba el apartamento de Manhattan de su madre, justo después de la muerte de ésta, en 1980. Se trataba de un certificado de ciudadanía salvadoreño.
Su familia era judía y vivía en Holanda, sin ningún tipo de conexión al distante país centroamericano llamado El Salvador. Aún así, el certificado fechado en 1944 se convirtió en su salvavidas, gracias a Mantello.
Ahora, el trabajo de Mantello ha captado la atención de los expertos, quienes analizan nuevos certificados de ciudadanía salvadoreños que salieron a la luz e intentan descubrir que pasó con los judíos que los recibieron.
Mantello trabajó como primer secretario del consulado salvadoreño en Ginebra, Suiza, y usó toda una red de contactos para emitir y enviar documentos a judíos en la Europa ocupada, entre 1942 y 1944. Se calcula que emitió hasta 10.000 certificados de ciudadanía, según su hijo Enrico Mantello.
La misma cifra es la que ofrece el historiador David Kranzler, quien publicó un libro sobre el diplomático en 2000 titulado «The Man who Stopped the Trains to Auschwitz» («El hombre que frenó los trenes a Auschwitz). Kranzler, quien murió, describe el papel clave que jugó Mantello al difundir el llamado «Protocolo de Auschwitz», una descripción del mayor campo de exterminio nazi escrita por dos presos que escaparon.
No se sabe cuantas vidas salvó Mantello con sus documentos salvadoreños.
«Definitivamente cientos» de personas, asegura Mordecai Paldiel, un profesor de estudios del Holocausto de la Universidad Yeshiva, en Nueva York.
Una carta enviada por Carl Lutz, un diplomático que trabajó con Mantello, habla de «miles» de personas salvadas.
Sin el certificado de nacionalidad salvadoreña, Polak y su familia probablemente habrían trabajado hasta la muerte en el campo de Bergen-Belsen o habrían sido enviados a otros campos de concentración o a las minas de sal.
En lugar de eso, fueron enviados a otra sección de Bergen-Belsen donde se encontraron con más judíos con documentos de nacionalidades latinoamericanas. Finalmente fueron colocados en un tren, junto con otras 2.400 personas, y acabaron siendo rescatados por las fuerzas estadounidenses en abril de 1945.
«En aquel entonces», contó Polak, si un oficial alemán «veía un papel, y si éste tenía el sello apropiado, y la firma, entonces era legal. La gente con estos papeles eran elegibles, en los ojos de los alemanes, para ser enviados a países neutrales o a mejores campos de concentración».
Mantello envió por toda Europa copias notariadas de los certificados y se quedó con los originales, aproximadamente 1.000 de los cuales fueron encontrados en 2005 en el sótano del abogado de Mantello, en Ginebra, y donados al Museo del Holocausto en Washington, tres años más tarde.
Ahora los expertos del museo están intentados localizar a las personas que recibieron los certificados para averiguar cuántos documentos salvaron vidas y obtener más información sobre el impacto real de los esfuerzos de Mantello.
Los certificados de nacionalidad salvadoreña pueden verse en el portal de Internet del museo: http://www.bit.ly/at7GjV
Judith Cohen, la directora de los archivos fotográficos del museo, dijo que ha descubierto cómo dos familias holandesas fueron liberadas de Bergen-Belsen en enero de 1945 gracias a los documentos, y como fueron enviadas primero a Suiza y luego al norte de África, para ser intercambiadas por prisioneros alemanes.
«Sabemos que los certificados salvadoreños, de hecho, ayudaron a sacar a alguien de un campo de concentración y luego a liberarlo», indicó Cohen. Aunque lo describió como «una pequeña nota a pie de página en la historia», destacó el refrán judío que dice que «quien salva a tan sólo una persona es como quien ha salvado al mundo entero».
Después de la guerra, Polak se casó con otro sobreviviente del Holocausto, Jaap Polak. La holandesa dijo que quizás amigos de su padre que viajaron a Suiza dieron a Mantello el nombre de su familia.
El padre de Polak, Abraham Soep, era un empresario del negocio de los diamantes en Amsterdam, y probablemente recibió el certificado de nacionalidad cuando la familia se encontraba en un campo de tránsito holandés, antes de ser enviados a Bergen-Belsen.
Los certificados de ciudadanía salvadoreños a veces permitían llevar ropa propia en lugar de uniformes de presos y estar una sección distinta de Bergen-Belsen.
Esa pequeña diferencia era crítica, opinó Paul Shapiro, director del Centro de Estudios Avanzados del Holocausto, en el museo de Washington.
«Acuérdese de que estar en la parte incorrecta de un campo de concentración significaba la muerte», dijo.
El cónsul general de El Salvador, José Arturo Castellanos, permitió que Mantello emitiera los certificados. El gobierno del Salvador se enteró de la emisión de estos más tarde, pero en la actualidad trabaja para que Castellanos reciba el reconocimiento del Instituto Yad Vashem, el principal centro de investigación de la comunidad judía, con sede en Jerusalén.
La petición del gobierno de El Salvador para el reconocimiento fue entregada en mayo de 2007.
Los certificados de Mantello tuvieron éxito sobre todo en Hungría, los Países Bajos y Bélgica, pero llegaron demasiado tarde a Lituania y no funcionaron en Polonia, han concluido los investigadores.
Los alemanes se beneficiaban de tener a prisioneros con documentos salvadoreños: los podían intercambiar por prisioneros alemanes retenidos en Latinoamérica o Estados Unidos, dijo Rafael Medoff, director del Instituto de Estudios del Holocausto David S. Wyman, con sede en Washington.
«Así que aunque los alemanes sospecharan que estos documentos quizás no eran auténticos, a menudo no les importaba porque consideraba a estos presos como muy útiles», explicó el historiador.
En enero de 1945, unos 800 alemanes que habían sido retenidos en las Américas fueron intercambiados por 800 ciudadanos estadounidenses y latinoamericanos en Alemania, dijo Medoff. Entre ellos había 149 judíos de Bergen-Belsen con certificados latinoamericanos.
Robert Fisch, un pediatra de Minneapolis, se acuerda de haber visto un certificado de ciudadanía en su casa de Budapest en 1944.
«Mi madre me dijo, e incluso escribió, ‘no entregues este papel. Es muy importante»’, comentó Fisch, quien ahora tiene 84 años.
La contribución de Mantello al mundo aún no está reconocida del todo, aseguran los historiadores. Sin embargo, su hijo, Enrico Mantello, aún recuerda con admiración a su padre emitiendo un certificado tras otro.
«Era una persona muy comprometida, muy energética. Necesitaba dormir muy poco», dijo Enrico Mantello. «Era muy apasionado, nunca aceptaba un ‘no’ por respuesta».
A pesar de su hazaña, Mantello quedó afectado hasta su muerte, en 1992, por un trágico episodio.
El diplomático envió certificados de ciudadanía salvadoreña a sus padres, quienes vivían en territorio húngaro, pero los documentos llegaron uno o dos días demasiado tarde. Ambos habían sido enviados a Auschwitz, donde murieron.
«Es una ironía terrible, muy triste», dijo Cohen. «Los certificados salvaban a gente de toda Europa, y a pesar de sus esfuerzos, Mantello no fue capaz de salvar a sus propios padres», agregó.