En el lugar que ocuparon las centrales de la Gestapo y las SS abrió el 6 de mayo pasado en Berlín el centro de documentación Topografía del Terror, un sobrio edificio de forma rectangular construido sobre lo que fueron los calabozos del aparato nazi. «No es un monumento más ni un espacio para rendir homenaje a las víctimas del nazismo, es un lugar para venir a aprender», indicó Andreas Nachama, director de la Fundación Topografía del Terror. Para recordar a los seis millones de judíos asesinados por el nazismo está, a pocas cuadras, el monumento a las víctimas del Holocausto, el gigantesco patio de bloques de hormigón diseñado por Peter Eisenmann, inaugurado hace cinco años. Y en el corazón de Berlín está el edificio en zigzag del Museo Judío, obra de Daniel Libeskind.
Las líneas frías del centro, obra de la arquitecta berlinesa Ursula Wilms, están estilísticamente muy alejadas del fuerte simbolismo que encierra el laberinto de Eisenmann, junto a la Puerta de Brandeburgo, o del tortuoso discurrir del museo de Libeskind. «Es funcional, como lo es también el cometido del centro de documentación que, además de exposiciones, albergará una biblioteca y archivos abiertos a la investigación», explica Nachama.
Un rectángulo gris acristalado de una planta -más dos niveles bajo tierra- es el discreto formato elegido para evocar el aparato del terror contenido entre la Gestapo, las SS, la Cancillería de Hitler y el Ministerio de Aviación. La exposición interior busca evocar la maquinaria del poder que gestó no sólo el plan de exterminio de los judíos, sino también del resto de víctimas del nazismo: gitanos, homosexuales, enemigos del régimen, etcétera.
La historia de la Topografía del Terror empezó en 1987 con la inauguración de una exposición al aire libre junto a uno de los fragmentos del Muro de Berlín que queda en pie («otro testigo de otro horror, de otra dictadura», dice Nachama) aprovechando vestigios de los calabozos nazis donde se torturó a unas 15 mil personas. La muestra recibió a partir de entonces medio millón de visitantes anuales, atraídos por el magnetismo histórico del lugar. Ahora parte de ese material se trasladó al interior del nuevo centro, que está en el 8 de Niederkirchnerstrasse, donde estuvo entre 1934 y 1945 la sede de la Gestapo, cerca del palacio prusiano donde Hitler instaló su centro de poder y otras dependencias del Tercer Reich. Del complejo que concentró el aparato del terror nazi no quedó casi nada tras la II Guerra Mundial, más allá del Ministerio de Aviación -convertido en Ministerio de Hacienda-, y el Martin Gropius Bau, edificio que era anterior a la ascensión de Hitler y actualmente es sede de uno de los museos con mejor programación de la capital.