«Nos dijeron que íbamos a ir a Alemania para trabajar en la agricultura. Nadie nos golpeó en el tren», ha contado a la agencia AFP Jozef Stos, de 89 años, que viajaba en aquel tren.
«Yo era tan joven que pensaba que entraría en una especie de campamento scout. Pero al llegar, fuimos golpeados y me di cuenta de que no sería así», ha recordado durante el viaje conmemorativo Kazimierz Zajac, de 86 años.
Los dos conservan los números con los que fueron tatuados: el 31 y el 261 respectivamente.
Igual que en 1940, el tren paró en la estación de Cracovia.
«Este día ha abierto la página de los más devastadores en la historia de la humanidad», ha afirmado el obispo Tadeusz Rakoczy durante una misa en el interior del campamento.
«Este lugar es para nosotros, para Europa y el mundo un deber del amor, la memoria y la transmisión del testimonio sobre el Holocausto», ha añadido el obispo.
Se calcula que en el campo murieron más de un millón de personas, la gran mayoría judíos, pero también gitanos, homosexuales, partisanos polacos, soldados soviéticos y sacerdotes católicos.
El campo de concentración, situado a unos 40 kilómetros de Cracovia, fue liberado el 27 de enero de 1945 por las tropas soviéticas.