La respuesta iraní es obvia, pero, al mismo tiempo, asombrosa. Si no se tratase de un tema tan grave, el comentario se prestaría a la ironía. Afirma ese comunicado que «el gobierno de Irán se ha cerciorado de que ningún ciudadano iraní estuvo implicado, directa o indirectamente, en la explosión de la AMIA». Hasta el último censo, Irán contaba con 65.875.223 habitantes y parece que sus autoridades ya los han investigado a todos, incluyendo a los que se mueven muy activamente fuera de su territorio. No se conocía la existencia de una pesquisa tan exhaustiva y, sobre todo, tan concluyente: la nota oficial no manifiesta que, hasta ahora, hasta aquí, no ha encontrado elementos que permitan acusar a ninguno de sus ciudadanos, sino que es terminante, ya que parece que «ningún ciudadano iraní estuvo implicado». Y punto final. Una certeza tan absoluta por la negativa sólo puede manifestarse si se conoce la respuesta por la afirmativa. Si Teherán se exhibe tan concluyente, sólo puede ser a causa de que sí conoce la identidad de quienes efectivamente perpetraron el atentado. Para afirmar algo de manera tan concluyente se tiene que estar, previamente, en posesión de datos e informaciones que Irán nunca nos ha facilitado. Ni a nosotros ni a las Naciones Unidas, organismo en el cual eligió presentar esta nota, en la cual acusa a la Argentina de «numerosas violaciones del derecho diplomático,» entre ellas, «la escucha de comunicaciones de la embajada iraní en Buenos Aires».
PRENSA
