PRENSA

Siria: todas las dictaduras caen igual. Por Shlomo Ben Ami*

El autor y sacerdote inglés William Ralph Inge dijo en cierta ocasión que “un hombre puede construirse un trono de bayonetas, pero no puede sentarse en él”. Sin embargo, la dinastía Assad de Siria parece creer que puede impugnar esa máxima. Históricamente, pocos autócratas han entendido que el cambio producido pacíficamente por un gobierno es la solución conservadora más viable para las peticiones populares y la forma mejor de evitar la revolución violenta. Ésa es la sabiduría que Hosni Mubarak de Egipto, Muammar el Kadafi de Libia, Zine El Abidine Ben Ali de Túnez y Ali Abdullah Saleh del Yemen no han aprendido. Es la enseñanza fundamental que se desprende de la Primavera Arabe y que el presidente de Siria, Bashar Al Assad, ha pasado por alto de forma sangrienta. Siria, país cuya influencia en la política de Oriente Medio se ha debido más a su papel de motor del conflicto árabe-israelí que de su poder económico o militar objetivo, siempre temió, bajo los Asad, que el abandono de su confrontación ideológica con el enemigo sionista socavara el régimen. De hecho, los expertos explicaron la inmunidad inicial de Siria ante la Primavera Arabe señalando la fervorosa defensa por parte del régimen de la dignidad árabe, reflejada en su resuelta hostilidad a Israel. Pero, como se ha visto forzado a reconocer el joven Assad, los tiempos han cambiado. *Ex Canciller Israelí, vicepresidente del Centro Internacional para la Paz de Toledo.