PRENSA

“Para matar, tenés que matarte a vos primero, volverte anónimo”

En agosto de 2006, mientras su hijo Uri peleaba en la Segunda Guerra del Líbano, David Grossman, junto con otros dos escritores israelíes importantes –Amos Oz y A.B. Yehoshua– sacó una solicitada pidiendo “un inmediato acuerdo para el cese del fuego”, y dejando clarísimo que “la acción militar, como tal, aparece ante nuestros ojos justificada desde un punto de vista ético y está de acuerdo con la ley internacional sobre la autodefensa”. A la solicitada siguió una conferencia de prensa en la que Grossman (Jerusalén, 1954) criticó al gobierno israelí. Dijo que sus líderes parecían creer que “lo que no funciona con la fuerza, va a funcionar con más fuerza”. Unos días más tarde, su hijo Uri cayó en uno de los tanques que invadía el Líbano. Tres años antes, cuando Uri estaba por entrar al ejército, Grossman había empezado a escribir una novela en la que una mujer sale a caminar por el país para evitar recibir a los militares que vendrían a avisarle que a su hijo lo mataron en el frente. Para ser “objetora de noticia”. Para impedir que lo maten. “Empecé a escribir el libro porque quería acompañar a Uri todo lo que pudiera”, dice ahora, que todo eso ya pasó y seguirá para siempre. Lo dice sentado en la confitería de un hotel de Buenos Aires, adonde viene por segunda vez; la segunda fue en abril de ese año, ese 2006.