PRENSA

Los costos que puede tener dialogar con Irán. Por Fernando Petrella

La bomba contra la sede de la AMIA en Buenos Aires el 29 de julio de 1994 constituyó, en su momento, el atentado más grave perpetrado en el contexto del conflicto de Medio Oriente lejos de su ámbito geográfico. La diplomacia argentina reaccionó de inmediato. Con evidencias obtenidas por los servicios de inteligencia locales, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La misma, que fue gestionada por el embajador Emilio Cárdenas, tuvo lugar el 7 de agosto con la participación del canciller Guido Di Tella, quien fundamentó el caso con documentos elaborados por la Cancillería (A/49/603). El Consejo aprobó una Declaración condenando enérgicamente el ataque terrorista, destacando la necesidad de hacer frente a esos ataques de manera efectiva (S/PRST/1994/40). Fue la primera vez que el Consejo de Seguridad debatía un atentado terrorista en el continente americano. Con el respaldo del Consejo se iniciaron reservadamente contactos con Irán. El primer encuentro lo mantuvo el canciller Di Tella con su contraparte iraní, Velayati, en 1995, en Copenhague, durante la Conferencia sobre Desarrollo Social. Este diálogo permitió poner en claro a Irán los objetivos argentinos. Estos contactos siguieron a distintos niveles, siempre dentro de una cuidadosa reserva y pocos resultados. Cuando Argentina ingresó al Consejo de Seguridad en el periodo 1999/2000, Irán mostró nuevamente predisposición para dialogar, probablemente en razón del tradicional protagonismo argentino en ese ámbito y los problemas que enfrentaba, a causa de su programa nuclear.