PRENSA

Los hijos del Holocausto

Se le conoce como el campo de los españoles. Entre los años 1938 y 1945 unos ‎‎7.000 refugiados republicanos fueron víctimas del Holocausto nazi y la mayoría de ‎ellos fallecieron entre los muros del campo de concentración austriaco de ‎Mauthausen. Alrededor de 1.100 de las víctimas fueron andaluces y 148 ‎malagueños, según los registros oficiales. Solo unos pocos salieron de allí con vida ‎después de sufrir los trabajos forzados, el hambre y el miedo hasta que fueron ‎liberados por las tropas norteamericanas a cargo del general Patton al final de la ‎II Guerra Mundial.‎

Pero fueron muchas más las vidas que quedaron truncadas por la barbarie nazi. ‎Las familias de los fallecidos tuvieron que sobreponerse a la pérdida, sin tener la ‎certeza de lo que les había ocurrido a sus seres queridos. Hasta décadas más ‎tarde, no recibieron los primeros certificados de defunción y nunca lograron ‎recuperar sus cuerpos.‎

Hasta los años 70, Alemania no asumió su responsabilidad e indemnizó a las ‎familias de las víctimas, mayoritariamente a las viudas de los presos -apenas una ‎treintena de las fallecidas en Mauthausen fueron mujeres españolas. Aunque en ‎un gran número de casos fueron los descendientes quienes tuvieron que indagar ‎durante años en los archivos, salvando la distancia del idioma y ayudados por ‎asociaciones de la memoria hasta conseguir un documento que probase que su ‎padre había muerto en el campo del horror.‎

A principios del siglo XXI, el Gobierno francés fue más allá. En el año 2000, ‎reconoció el derecho a una indemnización a los huérfanos cuyos padres fueron ‎víctimas de persecuciones antisemitas y racistas durante la II Guerra Mundial. Un ‎año después, varias asociaciones solicitaron al Ejecutivo galo que otros huérfanos ‎pudieran acogerse a esas indemnizaciones.‎

Un reconocimiento tardío ‎

En julio del 2004, un decreto reconoció que los descendientes de los españoles ‎que fueron capturados en Francia y que fallecieron en Mauthausen también tenían ‎derecho a la compensación. El Gobierno galo se hacía así responsable de las ‎deportaciones de los republicanos españoles que, tras la Guerra Civil, se habían ‎refugiado en suelo francés y que incluso lucharon en las filas de la resistencia ‎contra las fuerzas de Hitler. Cuando estas tropas cayeron, los franceses ‎abandonaron a su suerte a los españoles expatriados en su territorio.‎

Sin embargo, hacer llegar estas indemnizaciones a los huérfanos españoles de ‎Mauthausen no ha sido tarea fácil. A pesar de que la información es pública y de ‎que las asociaciones de la memoria se encargaron de difundirla, muchas familias ‎se quedaron al margen. La labor de la investigadora sevillana Pilar Pardo ha sido ‎vital para que muchos descendientes hayan podido verse beneficiados. Gracias a ‎su labor constante desde el año 2008 ha ido buscando uno a uno a los hijos de los ‎fallecidos y les ha ayudado a tramitar su indemnización. 18 de estas personas son ‎hijos de deportados andaluces.‎

María (82) y Manuel Peña Lara (87) son dos de los huérfanos malagueños que ya ‎han podido recibir la reparación, que consiste en un pago único de 27.000 euros ‎por hijo o de una pensión vitalicia de 500 euros al mes. La última vez que vieron a ‎su padre con vida tenían cinco y diez años respectivamente. Su progenitor, ‎Manuel Peña Lara (Archidona), firme defensor de la República, falleció en ‎Mauthausen el 16 de noviembre de 1941. Su esposa, también natural de ‎Archidona, no vivió lo suficiente para recibir su certificado de defunción, que llegó ‎hace dos años.‎

Dos hermanos sin padre ‎

La vida de María y Manuel no ha sido fácil. Vivieron la guerra desde lejos porque ‎sus padres se habían instalado en Orán poco antes del 36. Cuando acabó la ‎contienda, sus padres decidieron marcharse a Barcelona para cruzar a Francia y, ‎desde allí, intentar reunir a la familia. La última foto que conservan de su padre es ‎precisamente de esa época en la Ciudad Condal. Pero la situación se puso muy ‎difícil. Solo el padre pudo cruzar la frontera. La madre, volvió a Melilla sola a ‎reunirse con sus hijos, esperando instrucciones para poder reencontrarse. Pero ‎nunca más se vieron. Antes de caer en manos de los nazis, escribió dos postales ‎desde Francia. Después, el silencio. María señala que la pensión no compensa todo ‎el dolor que han sufrido, y que desde luego llega tarde. Pese a todo, decidieron ‎pedirla porque “a nuestra edad podemos necesitar el dinero para una residencia”.‎

Huérfano y superviviente ‎

El caso de José Marfil (Rincón de la Victoria) es aún más duro. Su padre, José ‎Marfil Escabona (Fuengirola), falleció en Mauthausen el 26 de agosto de 1940. ‎Pero él mismo también fue un preso, y uno de los pocos supervivientes del campo ‎de concentración austriaco. Desde Francia, donde reside a sus 90 años, explica ‎que nunca ha olvidado el horror vivido allí, los pijamas de rayas con los que se ‎vestían ni la crueldad de la mano del hombre que vio dentro de esos muros. Tenía ‎‎19 años cuando llegó. Le apresaron junto a su padre cuando luchaban junto al ‎ejército francés, aunque nunca lo volvió a ver. Sobrevivió, dice, por pura ‎casualidad y gracias a sus dotes como carpintero. Aunque cobra una pensión ‎como víctima, pudo acogerse a la ayuda como descendiente.‎

Josefa Téllez Sánchez -hija de Juan Téllez Moreno (Jimera de Líbar) fallecido en ‎Mauthausen el 14 de noviembre de 1941- no pudo disfrutar de su indemnización. ‎Falleció solo dos días después de recibir el pago de 27.000 euros por parte del ‎Gobierno francés, a los 82 años. «Llega muy tarde, porque cuando realmente ‎habría hecho falta fue cuando tuvieron que salir adelante sin un padre cuando ‎eran niños», dice su hijo.‎