PRENSA

Angel Kreiman: «La Presidenta y Timerman están asociándose con el enemigo»

El rabino Ángel Kreiman (67), descendiente de una de las primeras familias de «gauchos judíos», nacido ‎en Buenos Aires -aunque vivió la mayor parte de su vida en Chile-, sabe lo que es ser víctima de la AMIA. ‎El 18 de julio de 1994, del que no logra hablar sin que se le llenen los ojos de lágrimas y se le entrecorte la ‎voz, perdió a su esposa, Susy, madre de sus tres hijas. Hoy, en la Jerusalén que es su hogar desde hace casi ‎un año, se siente engañado por el acuerdo firmado por la Argentina con Irán.‎
‎-¿Cómo se siente con las noticias que llegan de Buenos Aires?‎
‎-Le puedo decir que la actitud de la presidenta argentina no me merece ningún tipo de respeto. Vemos ‎cómo, por razones políticas, de conveniencia política, se han involucrado en una causa equivocada. Esta ‎señora nos ha engañado. Y el canciller argentino le está dando la espalda a su origen. Estoy muy ‎decepcionado. Para mí, fue muy duro el asesinato de mi mujer.‎
‎-¿Qué recuerda de aquella dura mañana de la bomba?‎
‎-Mi esposa dirigía la Bolsa de Trabajo de la AMIA. La había creado ella junto con Norma Leu. Y ayudaba ‎a mucha gente, no sólo judíos. El día que hablé con ella, diez minutos antes de la bomba, me dijo: «No me ‎llames más durante el día porque hay 54 personas en la fila esperando para pedir trabajo». De esas 54 a lo ‎mejor 10 eran judíos. Pero nunca se les preguntó.‎
‎-La explosión fue el comienzo de una pesadilla.‎
‎-A raíz del asesinato, tuve que vivir duras situaciones que nunca olvidaré. Estuve durante ocho días ‎entrando en la morgue de la calle Viamonte para reconocer pedazos. Era una morgue donde se podían ‎poner quizá cinco cuerpos y había pedazos de 85. Gracias a Dios, la mayor parte del cuerpo de mi señora, ‎el tronco, estaba reconocible, y pudimos tener el 25 de julio un entierro digno.‎
‎-¿Qué secuelas le dejó la tragedia?‎
‎-Le cuento uno de varios ejemplos. Yo volví luego a Chile. Estaba en la ciudad de Temuco, en el Sur, ‎cuando fue el terremoto de hace tres años. Cuando empezó todo a temblar, yo -que estaba tan ‎acostumbrado a eso de vivir tantos años en Chile- me aferré a la cama y recé la plegaria judía «Shmá ‎Israel». Se movía todo el hotel en el que estaba, se caía todo. Hasta que los que estaban en la pieza al lado ‎mío, que eran argentinos que no entendían de temblores, empiezan a gritar: «¡Una bomba, una bomba, una ‎bomba!». Salgo en calzoncillos a la calle y el conserje del hotel me dice: «¿Adónde va rabino?», a lo que yo ‎le contesté: «Voy aquí hasta la AMIA porque parece que otra vez le tiraron una bomba a mi señora».‎
‎-¿Cómo influye el acuerdo con Irán sobre su recuerdo?‎
‎-Yo siento que lo que está haciendo la presidenta argentina es como matar de nuevo a mi esposa. Lo que ‎está haciendo esta mujer es quemarlo todo. Me ha terminado de matar todo el recuerdo que yo podía tener ‎de la Argentina. Yo suponía que quienes mataron a mi mujer y a las otras 84 víctimas iban a pagar por ello. ‎Y no hablo sólo por mí. Yo no hago de esto un monopolio mío ni un monopolio judío. Cuando fui una vez ‎a invitar al cardenal Bergoglio para que firme una declaración sobre la AMIA, fui con la mamá de un ‎chiquito que murió a los 5 años que lo único que quería era conocer el subte. Cuando pasó ese lunes por la ‎AMIA, la bomba le arrancó al chico de las manos y a ella le quedó todo el brazo derecho con esquirlas. ‎Con esta actitud de Cristina y de Timerman todo es más difícil. ¿A quién se le puede ocurrir que se va a ‎encontrar a los responsables asociándose a los responsables? No entra en la lógica más simplista y más ‎grotesca. Están asociándose al enemigo. ¿A quién le voy a creer?‎