“Negra”, “burra”, “extranjera”, “adoptada”, “puta”, “tu pelo es como virulana”. La protagonista de esta historia tiene 10 años (se evita la identificación de la menor y de su familia para resguardarlas) y no se acostumbró a que continuamente la llamaran así en la escuela. Tampoco a que sus compañeras no la dejaran sentarse en los primeros bancos, porque ese era “el lugar para las inteligentes”, o que le dijeran que no pasaba a la Bandera porque no era argentina. Incluso, alguna vez le pareció ridículo que, más allá de los problemas en su propio curso, “las chicas de séptimo” le hicieran pagar $2 para entrar al baño. Esta nena concurrió hasta junio a la primaria de la escuela Patricias Mendocinas, donde, según cuenta su madre, de 41 años, fue “hostigada por sus pares. A partir de allí, la madre interpretó que tanto las bajas notas como el desgano de la menor a la hora de asistir a clases eran señales de hostigamiento –acoso conocido como “bullying”– , del que luego hubo pruebas en la terapia a la que fue derivada la nena. Antes de exponerlo, la madre habló con directivos y docentes pero, según explicó, nunca sintió que se asumiera la relevancia del problema: “Me lo minimizaron. La nena se cansó de pedirles a las docentes que la defendieran. A mi hija la desprotegieron y yo me siento culpable por haber confiado en la institución”. La mujer argumentó que “hay una naturalización de estas burlas. A mi nadie me paga el daño a mi hija. Una vez hasta volvió a casa preguntándome por qué le decían ‘puta’ si ella es una nena. Cuento la historia para que otros no lo sufran”.
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