Ante la nueva ola antisemita que recorre el mundo, los judíos y aquellos no judíos de mente libre, nos preguntamos de qué manera hacer frente a este fenómeno de masas.
Pienso que por el momento debemos continuar con el intento de alertar al mundo que el fundamentalismo le hace la guerra a los pilares de la democracia y el Estado Moderno, a los derechos civiles y sexuales conquistados con largos esfuerzos, al derecho a la secularidad, la laicidad y la separación de la Iglesia y el Estado.
400 años de modernidad son pocos en la historia de las conquistas del individuo como sujeto de derecho, por eso mismo la modernidad y sus basamentos son vulnerables y hoy están en peligro.
El discurso antisemita anticipa la amenaza que después de los judíos caerá sobre las sociedades. Así ha ocurrido y seguirá ocurriendo. En tanto se da con más fuerza en contextos políticos que se desvían del ideario del Estado Moderno (tal cual lo comenzaron a diseñar Hobbes, Spinoza y otros), es que sirve para unir a las masas y luego dominarlas.
El antisemitismo, por estar tan arraigado en la cultura tanto oriental como occidental, es muy bien utilizado por los poderes que buscan dominación absoluta y la abolición, que la modernidad introdujo, del concepto de individuo y de sujeto.
Lo que debemos advertir a los ciudadanos del mundo es que los fundamentalismos, con su brazo ejecutor: el terrorismo, primero va por los judíos y luego por los otros.
En manos del fundamentalismo la libertad, la fraternidad y la igualdad se destituyen como ideales para dar lugar a la persecución cívica, religiosa y sexual.
Que no se confundan aquellos que piensan que gritar contra el Estado de Israel es sin consecuencias pues están gritando contra la concepción del Estado Moderno, la democracia, la libre circulación y la libertad de expresión.