Las evidencias son tan rotundas que solo la lacerante judeofobia del ADN europeo puede desmentirlas: el antisemitismo crece a pasos de gigante. Y si bien se ha descontrolado en el islam, también crece seriamente en el continente donde nació el odio a los judíos, un odio que alimentó al huevo de la serpiente con perseverancia. Todos fueron antisemitas en Europa: los Reyes Católicos y su edicto de expulsión; el catolicismo y sus autos de fe; el reformismo luterano con su judeofobia desatada; Rusia y sus Protocolos de los sabios de Sión, base argumental de los mitos antisemitas más violentos; la Francia de las luces que veía cómo el poeta Valéry gritaba contra los judíos mientras se quemaban comercios en París y en los tribunales se juzgaba a Dreyfus; o la Austria imperial, que escogía a su alcalde porque prometía limpiar Viena de judíos. Y después… la larga noche del nazismo y el asesinato de tres cuartas partes de la población judía europea. Eso fue Europa para los judíos, un continente cuya identidad no se explica sin el legado filosófico y científico de los judíos. Ver Nota Completa en: http://www.cciu.org.uy/news_detail.php?title=la-oscuridad&id=13249.