Se arremanga el puño de la blusa como puede. Una tinta negra asoma sobre su piel traslúcida, algo cortada por los años. La impresión «48914» se adueña de su antebrazo izquierdo y remonta a recuerdos que Eugenia Unger hubiera querido desterrar de su mente, pero que son indelebles. «A veces me pellizco para ver si de verdad estoy viva», dice con mirada sincera y una lucidez sorprendente en su relato. Mientras sus asistentes emprolijan su maquillaje, sus ojos verdes se clavan en la nada, o más precisamente en crueles pero sabios 90 años de vida: «A veces no sé por dónde empezar a contar mi historia», confiesa con la voz resquebrajada. Más información (VIDEO).
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