PRENSA

La droga mortífera de la locura nazi, por Verónica Chiaravalli

En los anaqueles de un archivo alemán, el periodista Norman Ohler encuentra la prescripción de una batería de inyecciones diarias para el «paciente A». La firma el doctor Theo Morell y el destinatario del cóctel de estimulantes, vitaminas y otras sustancias, el «paciente A», es Hitler. A partir de allí, Ohler indagó el uso de drogas durante el Tercer Reich. Su trabajo lleva por título una ocurrencia: High Hitler (Crítica), y se acaba de publicar en la Argentina. El autor afirma que el régimen combatía el consumo de estupefacientes cuando se trataba de drogas de evasión, pero lo alentaba en el ejército y entre los trabajadores para aumentar el rendimiento, bajo la fórmula de una poción mágica: la metanfetamina, que según el testimonio de un médico, incluido en el libro, permitía integrar a «fingidores, vagos, derrotistas y criticones en los procesos productivos». Más información.