Nos referíamos en notas anteriores al paciente trabajo realizado por la República Islámica de Irán ya desde los años ochenta, casi desde su misma fundación, para expandir su influencia en América Latina y, en particular, en la zona de Tres Fronteras, donde hay una importante comunidad musulmana chiita que le es potencialmente afín, conformada principalmente por inmigrantes recientes del sur del Líbano que vinieron huyendo de la guerra civil (1975-1990) y de los conflictos. Durante años desarrollaron un activo proselitismo político-religioso, que incluyó trabajo en las mezquitas, regulares visitas de clérigos chiitas de Irán y del Líbano, encendida retórica contra Estados Unidos e Israel, sistemas de aportes compulsivos para “beneficencia”, réplicas de modelos de adoctrinamiento, reclutamiento, viajes de estudio, instrucción y entrenamiento.