PRENSA

Cómo se reciclan y envejecen los edificios nazis de Núremberg, la ciudad favorita de Adolf Hitler

Entre las columnas que enmarcan un largo pasillo circular duerme un hombre, aunque sea mediodía. Tiene algunas bolsas a su lado, junto al muro, y botellas de gaseosa que deben estar calientes, casi hirviendo. Pero duerme profundamente y sus suaves ronquidos rebotan contra la pesada estructura que lo contiene, un edificio duro e imponente que se construyó para albergar a 50 mil personas. El plan original era que la enorme multitud se ubicara en tribunas semicirculares, desde allí todos los espectadores mirarían hacia un atril y vivarían exaltados a su líder, aplaudiendo cada palabra y celebrando el triunfo del supremacismo racial. No sucedió. Alemania perdió la Segunda Guerra Mundial y el nazismo se terminó. Pero no así el pesado edificio en donde ahora duerme el hombre de los suaves ronquidos.