PRENSA

El insólito encuentro con el dueño del mayor tesoro nazi de la Argentina

«No, ¡yo no soy Carlos Olivares!», dijo Carlos Olivares, vestido en un buzo rojo, un poco aterrado, con sus ojos celestes temblorosos como los de un conejo cuando Infobae lo encontró esta tarde en la entrada de El Ático, el local de antigüedades y decoración que controla junto a su hermano Aníbal en Olivos, en la galería ubicada en el puente de la estación Maipú del Tren de la Costa. «Carlos está en el juzgado», dice Aníbal, sentado justo a su lado, horas después del horario de cierre judicial. Olivares, luego de negar ser quién es, dio media vuelta para entrar en su local con su vitrina decorada con varios penes de mármol. Segundos después, se escapó. El hombre de 55 años, anticuario hace tres décadas, tomaba una cerveza con maníes en paz junto a su hermano. No es su primer roce con la notoriedad.