PRENSA

Revista Compromiso: Entrevista a Víctor Lapuente

Víctor Lapuente obtuvo su doctorado en la Universidad de Oxford. Es profesor asociado al Instituto de Calidad del Gobierno del Departamento de Ciencias Políticas en la Universidad de Gotemburgo, Suecia.

Compromiso: – ¿Cómo llega un español a la academia en Suecia?

Víctor Lapuente: No es muy difícil de entender al ver lo endogámica que es la universidad española. Como me dijo un catedrático español interesado en mi trabajo: “qué pena que hayas hecho la tesis doctoral en Oxford; si la hubieras hecho en cualquier universidad española, sería más fácil contratarte”. Además, la Universidad de Gotemburgo cuenta con uno de los mejores institutos del mundo para el estudio del buen Gobierno.

C: – ¿Cómo ves la situación del islamismo en Europa en la actualidad y en el futuro próximo?

V.L.: Creo que las ideas que pueden fomentar – quizás no por sí solas, pero en interacción con otros factores – movimientos totalitarios deben ser examinadas con mucho cuidado. A veces, el remedio (la represión o la censura de ideas) puede ser peor que la enfermedad. Pero, aun así, a las cómodas sociedades occidentales nos falta valentía para cuestionar ideas que cuestionan las libertades individuales, en particular de las mujeres. Hemos de defender los valores democráticos y liberales.

C: – Su reflexión acerca del balance siempre delicado entre seguridad nacional y derechos humanos por favor.

V.L.: Si algo nos define a las sociedades occidentales son los derechos humanos. No podemos dejar que nada debilite nuestro compromiso con ellos. Dicho ésto, hemos de pagar un precio y, por ejemplo, permitir que puntual y justificadamente, los Gobiernos intercepten nuestras comunicaciones por un motivo grave de seguridad nacional, creo que a) es un precio ínfimo por nuestras libertades; y b) es menos dañino para nuestra privacidad (y seguridad personal) que las violaciones de nuestra intimidad que puedan llevar a cabo otros agentes, como las grandes corporaciones.

C: – ¿Cree que ha sido en alguna medida en respuesta a la no-respuesta, o respuesta insuficiente, de los Gobiernos europeos a la amenaza yhiadista, que han emergido movimiento ultranacionalistas en el continente?

V.L.: Está claro que los radicalismos  en este caso, yihadismo y ultranacionalismo – se alimentan mutuamente. Creo que, de nuevo, debemos huir de las explicaciones sencillas. Creo que se trata de una combinación de factores y particularmente dos: primero, la falta de expectativas económicas en zonas postindustriales con elevado desempleo y trabajo precarizado; y, segundo, la reacción frente a la inmigración. En particular hacia la inmigración musulmana. Una de las variables que más correlaciona con la fuerza de la ultraderecha en un país es, precisamente, el porcentaje de población musulmana que ese país va a tener en los próximos años.

C: – ¿Puede hacernos un mapeo de los principales partidos, grupos y movimientos que han emanado de los sectores nacionalistas europeos y cómo han impactado en el sistema político continental?

V.L.: Creo que los viejos sistemas de partidos de la Europa de postguerra están saltando por los aires. Y no sólo por movimientos nacionalistas o populismos de derechas, sino también por populismos de izquierdas. Hay un desencanto con los partidos de toda la vida y las sociedades europeas están experimentando con diferentes “soluciones”. Al final, ninguno de estos partidos radicales resolverá nada, con lo que surgirán otras nuevas opciones rupturistas. No es fácil hacer un mapeo de un fenómeno que debe mucho a la tradición de cada país, y al carisma de sus líderes, pero sí veo una diferencia entre nacionalismos de derechas: en el norte de Europa y en Holanda son movimientos más anti-inmigración (y anti-musulmanes) y no enfatizan tanto los valores tradicionales autoritarios. De hecho, defienden los derechos civiles e incluso el matrimonio homosexual. En el sur, y en particular Francia, la ultraderecha es más clásica y autoritaria.

C: – Vayamos a Cataluña. Tiempo atrás, una feria literaria con auspicio municipal, recibió en Barcelona a una legendaria terrorista palestina, Leila Khaled. Al poco tiempo, el yihadismo golpeó Barcelona y la ciudad quedó consternada con el terrorismo de cuño islamista. ¿Qué opinión le merece este contraste?

V.L.: Desconozco los entresijos del caso concreto. Pero, a nivel general, no me cabe duda de que en España, y sobre todo en Cataluña y sobre todo en ciertos sectores supuestamente progresistas, se miran con mucha ingenuidad, cuando no con admiración, movimientos aparentemente libertarios en otros lugares del planeta. Hay una fascinación por la revolución, lo anti-sistema, que enlaza con la tradición anarquista y anti-elitista de Barcelona. Estos días se podían leer comentarios equidistantes, cuando no elogiosos, de la revolución rusa. Y no hablemos de la actitud de muchos hacia el régimen de Maduro y la revolución bolivariana.

– Por favor sus impresiones sobre el independentismo catalán.

V.L.: El independentismo en una sociedad democrática, próspera, con sus problemas (como todos los países), como es España es algo difícil de entender. Porque, aunque una Cataluña independiente llegara a ser el paraíso en la tierra, ello llegaría tras un largo y doloroso proceso en el que todos, catalanes y el resto de los españoles, sufriríamos. ¿Vale la pena emprender una aventura tan arriesgada? Sin embargo, el independentismo ha calado hondo.

Los independentistas pertenecen a las clases más acomodadas y educadas de Cataluña. Están muy bien organizados y tienen muchos recursos. Van a continuar con su proyecto. Quizás lo dejan de lado durante unos meses, u años. Pero volverán a la carga dentro de poco.

C: – Por último, la ciudad de Malmö ha tenido muchos episodios de antisemitismo. ¿Por qué allí puntualmente? ¿Qué respuesta ha dado el Gobierno nacional y local?

V.L.: Malmö, y sus alrededores, tiene una estructura socio-demográfica peculiar, con mucha población inmigrante y, a la vez, mucha extrema derecha. La comunidad judía puede estar sufriendo especialmente como resultado de las fuertes tensiones sociales. En general, las instituciones suecas se toman en serio el racismo, aunque suelen actuar con discreción. Como con el atentado de Estocolmo y otros altercados. La política oficial es no hacer mucho ruido e intentar mantener la calma social. Pero no hay que confundir eso con inacción, aunque en este caso desconozco qué planes concretos están llevando a cabo.