PRENSA

Discurso de Jorge Knoblovits en el acto central del Día del Holocausto

La Shoá no tuvo la última palabra, por eso los invito a que todos juntos en este momento hagamos un ejercicio: cerremos los ojos y quedémonos en silencio unos segundos…

Ahora les pido que juntos imaginemos lo que sintieron nuestros hermanos en los campos de concentración, de exterminio, en los guetos: el olor a miedo, la sensación de hambre, la desesperación y el desamparo. También tratemos de evocar los sonidos perdidos: el de los coros que fueron silenciados, el bullicio de aquellos chicos jugando en la vereda,  los sonidos de aquella vida cotidiana.

Intentemos en estos segundos ponernos en lugar de ellos. Es nuestro mejor homenaje a su memoria.

“El Holocausto no tuvo la última palabra”. Y Porque el Holocausto no tuvo esa última palabra estamos hoy aquí, todos,  para manifestar nuestro compromiso por mantener viva la memoria de millones de personas que fueron horrorosamente asesinadas por el nazismo tras ser privadas de su humanidad. Y ESTAMOS ACÁ PARA DECIRLE A LOS ANTISEMITAS QUE LOS NAZIS NUNCA VAN A TENER LA ÚLTIMA PALABRA.

Por eso las recordamos, las honramos, traemos a nuestro presente sus tremendas historias, intentamos imaginarnos las condiciones extremas en las que transcurrían sus días y nos unimos en homenaje para perpetuar el recuerdo.

Lo hacemos con la convicción que debemos asumir cuando dos o tres generaciones después del horror, cuando aún hay sobrevivientes que narran su dolor, sabemos que existen ignorantes que desconocen la tragedia y sabemos también que existen asesinos en potencia que niegan el exterminio en manos del régimen nazi.

Somos testigos de cómo el fenómeno del antisemitismo recrudece en Europa de la mano de movimientos xenófobos y antisemitas que crecen hasta alcanzar, en muchos casos, espacios de poder político con pretensiones hegemónicas.

Se trata de un fuerte llamado de atención para todos nosotros: si los discursos de odio y las amenazas no se detienen a tiempo, llega la violencia extrema.  TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE HACER NUESTRO MAYOR ESFUERZO  PARA IMPEDIR QUE EL ANTISEMITISMO Y OTRAS FORMAS DE DISCRIMINACIÓN PENETREN EN NUESTRO TEJIDO SOCIAL.  Es imprescindible que desde el Estado y desde las distintas organizaciones de la sociedad civil  se promuevan y se sostengan políticas educativas y de memoria para contrarrestar esta alarmante tendencia.

A través de las acciones y las palabras, quienes tienen responsabilidad política pueden generar las políticas de estado necesarias para la convivencia, la inclusión, y  la justicia. Pero, también pueden hacer todo lo contrario.  Por eso vemos con horror cómo en varios países, distintos líderes políticos replican discursos xenófobos y fascistas. Sus palabras tienen consecuencias graves, sobre todo para los Colectivos que quedan desprotegidos frente a tantos mensajes de odio.    

Hoy, en este acto, afirmamos que el Holocausto no tuvo la última palabra. Y lo decimos orgullosos porque la muerte y la destrucción que generó el régimen nazi fue derrotada gracias a los sobrevivientes que dan testimonio, transmiten y encarnan el recuerdo de los seis millones de judíos que jamás se rindieron frente al plan de aniquilación implementado por el nazismo. 

RESISTIERON HASTA LAS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS, ALGUNOS RECURRIENDO A LAS ARMAS, OTROS MANTENIENDO LAS TRADICIONES JUDÍAS PERO TODOS CON LA MISMA DIGNIDAD Y HASTA LÍMITES DESCONOCIDOS.

Fue en el Gueto de Varsovia donde las formas de resistencia se evidenciaron en toda su dimensión. Casi medio millón de personas que vivió confinado  y rodeado por kilómetros de muro se sobrepuso una y otra vez a los constantes e incesantes intentos de los nazis de doblegar su condición humana antes de ser deportados  a los campos de exterminio. 

Frente a esa maquinaria, aquellos judíos se convirtieron en héroes aún sin quererlo: nunca dejaron de llevar a sus hijos a colegios secretos, siguieron imprimiendo y distribuyendo periódicos clandestinos, hicieron lo posible para seguir desarrollando la cultura y la tradición judía a escondidas y frustraron los esfuerzos de los nazis de matarlos de hambre creando un sistema de contrabando generalizado. Nunca perdieron la fe.

También fue en el Gueto de Varsovia donde la Resistencia armada de hombres y mujeres judíos protagonizó un capítulo imborrable en la memoria de la humanidad. En la primera noche de Pesaj de 1943 decidieron comenzar las operaciones insurgentes contra el avance de las SS. La conducta de estos hombres también explica porque el Holocausto no tuvo la última palabra. Aquel levantamiento en el Gueto de Varsovia resistió a las fuerzas nazis durante casi un mes.

El mundo, que había dejado solo a los judíos, fue testigo de esos gritos de rebeldía y no hizo nada para detener la “Solución Final”: el sistema de deportación hacia los campos de concentración y exterminio ya estaba en marcha. Y nadie, nadie ayudo. Las vías de la muerte siguieron inexplicablemente intactas y los trenes de la muerte seguían circulando.

El libro “El ejército de Isaac”, nos narra lo que ocurrió la resistencia judía en la Polonia ocupada a través de los testimonios de  algunos de los protagonistas de aquellas historias. Uno de ellos, Mark Edelman, recuerda lo que significó, en ese momento, tomar las armas: «Había  que abandonar la familia y estar dispuesto a pasar hambre, padecer enfermedades y sufrir redadas». Sin embargo, Edelman cree que esa no era la decisión más difícil para quienes estaban confinados en el Gueto. Para él, hacía falta menos valor para tomar un arma que para permanecer con tus hijos e intentar consolarlos ante una muerte casi segura. HACE FALTA MUCHA VALENTÍA PARA LA COBARDÍA.

Hoy, aquí, y ahora también debemos reflexionar sobre las razones por las que el horror de la matanza de seis millones de personas no venció al pueblo judío después de la Shoa, cuando se reveló en toda su magnitud la destrucción  que generó el nazismo. FRENTE A TANTA MUERTE, EL PUEBLO JUDÍO DECIDIÓ CONSTRUIR VIDA.

Lo hicieron aquellos que lograron sobrevivir en los campos de exterminio y que se habían quedado sin nada y que, a pesar de estar solos en un mundo que los seguía rechazando por ser judíos, no dudaron en seguir adelante para ayudar a construir lo que los judíos necesitaban: un hogar nacional. Israel es hoy la garantía de que ningún judío, esté donde esté, va a quedar otra vez desprotegido. 

Nosotros, como judíos argentinos también tenemos la obligación de que el Holocausto no tenga la última palabra. POR ELLO, DESTACAMOS A LOS JÓVENES AQUÍ PRESENTES QUE DEBEN TOMAR EL LEGADO DE LOS SOBREVIVIENTES  PARA JAMÁS DEJAR DE RECORDAR. 

Como dijo alguna vez el escritor Jorge Semprun, sobreviviente del campo de concentración de Buchenwald, para seguir recordando la Shoá, “la memoria judía” es clave.  Y aquella memoria fue construida por los más jóvenes que vivenciaron la muerte en primera persona.

Los jóvenes que fueron testigos del infierno nazi, crecieron como sencillos héroes en el anonimato de la historia. Hoy todos debemos recuperar esas historias para poder contarlas. 

La literatura tiene el poder de conmovernos con historias que una vez que las conocemos comienzan a vivir en nosotros. Ya no podemos ser los mismos luego de leer a autores como Primo Levi, Elie Wiesel Viktor Frankl, Vasili Grossman y tantos otros.  Estas lecturas, así como las que se proponen en las escuelas sobre historias de jóvenes que fueron atravesados por la Shoa, dejan huella e impiden olvidar.   

Desde la DAIA  seguiremos fortaleciendo la vida judía en cada rincón del país a través de nuestras filiales, DEFENDIENDO LOS DERECHOS DE TODOS LOS COLECTIVOS, VISIBILIZANDO LAS INJUSTICIAS SOCIALES.  

QUERIDOS SOBREVIVIENTES. USTEDES NO ESTÁN SOLOS. MIREN CUANTOS JÓVENES LOS ACOMPAÑAN HOY. ELLOS SON QUIENES MANTENDRÁN VIVA LA MEMORIA DE TODOS AQUELLOS QUE SUFRIERON LA SHOA: DE USTEDES Y DE QUIENES LAMENTABLEMENTE YA NO ESTÁN Y QUE FUERON PRIVADOS DE VER CRECER A SUS HIJOS Y NIETOS, DE VIVIR UNA VIDA DIGNA.

ESTOY CONVENCIDO QUE SON LOS JÓVENES QUIENES SE MANTENDRÁN ALERTAS Y COMPROMETIDOS, CONVENCIDOS DE QUE EL HOLOCAUSTO NO TUVO LA ÚLTIMA PALABRA.