Sebastián Sfriso es Subsecretario de cultura de la Gran Logia de Argentina de Libres y Aceptados masones, junto a la Revista Compromiso de la DAIA compartió la historia de la organización de la que forma parte y la responsabilidad que desde allí asumen para promover los valores de la libertad y la convivencia pacífica entre los pueblos.
Asimismo, reflexionó sobre los prejuicios y estereotipos a los que deben hacer frente quienes forman parte de estas instituciones.
RC: ¿Cuáles son los origenes de la masonería?
S.S: La Gran Logia de Argentina se funda en 1857. Este año conmemoramos los 150 años del fallecimiento de nuestro primer Gran Maestre, José Roque Pérez, que perdió la vida asistiendo a los enfermos durante la epidemia de fiebre amarilla, de la que también se cumplen 150 años. La masonería es el resultado de la confluencia de diversas tradiciones culturales, muchas de ellas marginales con respecto al poder hegemónico. De manera institucional, comienza a existir en 1717 con la creación en Inglaterra de la primera Gran Logia.
¿De qué manera históricamente se vincula con los valores de la diversidad y la inclusión?
La masonería surge precisamente para proteger eso valores, aunque en aquella época llevaban otros nombres. El redactor de la primera constitución masónica, Jean Théophile Désaguliers, era un reconocido científico, miembro de la Royal Society y asistente de Isaac Newton. En una Europa que se debatía en enfrentamientos de todo tipo, la masonería es uno de los primeros esfuerzos de reunir a las personas y establecer un diálogo a pesar de sus diferencias. En este sentido, coincide con el movimiento de la Ilustración.
RC: ¿Qué significa y qué valor asume el laicismo para la masonería?
S.S: La masonería defiende el valor de la tolerancia. El laicismo, es decir la no injerencia de ningún dogma religioso o político en el espacio ciudadano común, es la expresión a nivel social de ese espíritu de tolerancia política, que es la garantía de la más plena libertad de conciencia y de la convivencia pacífica entre todas las creencias.
¿Qué prejuicios suelen afrontar cotidianamente quienes son parte de las logias?
Solemos sufrir el estigma de conspirar, de participar de una sociedad secreta, de ser antirreligiosos, de tener una agenda de dominio
global. Se trata de malentendidos que resultan de una malintencionada propaganda antimasónica que es tan antigua como la masonería, y que tuvo a los poderes clericales, al nazismo, al fascismo y al franquismo entre algunos de sus instigadores más violentos.
Existe un discurso antisemita asociado a la idea de conspiración judeomasónica ¿Sobre qué prejuicios se construye? Sobre el miedo a la diversidad y, creo, el terror que suscita el conocimiento cuando es libre.
Como señala Freud, el judaísmo ha hecho del saber uno de sus rasgos de identidad cultural y hasta de supervivencia. Algo parecido puede decirse de la masonería. Unos y otros somos víctimas del miedo a la libertad de pensamiento, de la suspicacia que suscita la cultura y del desprecio por el diálogo social.
Actualmente, ¿Cuáles son los proyectos que están desarrollando relacionados a promover la convivencia?
Trabajamos en conjunto con los gobiernos nacionales, provinciales y municipales llevando adelante una agenda de cultura, género y diversidad; firmamos convenios y buscamos trabajar en el territorio para concientizar sobre la necesidad de una construcción de ciudadanía plural, diversa, integrada, solidaria. Y lo hacemos aportando no solo nuestra tradición cultural sino también los recursos materiales, simbólicos y humanos que posibiliten el camino de una ampliación de los derechos de nuestros conciudadanos, sin más distinción que la dignidad humana. El conjunto de nuestras iniciativas (desde proyectos de ley hasta jornadas sobre cambio climático) está enteramente disponible en nuestras redes.